Todos los estímulos que entran a través de nuestros sentidos (olfato, oído, gusto, tacto, olor) llegan en 125 mili segundos al cerebro reptiliano y cerebro emocional o limbico. A este nivel, la información es codificada como amenazante (amenaza real o imaginaria), placentera o neutra.
– En caso de sospecha de peligro, se pone en marcha una reacción automática e inconsciente en el cuerpo que da lugar a una conducta impulsiva y muy rápida del tipo \’ataque-huida-parálisis\’. Esta reacción se activa, por ejemplo, cuando nos sentimos ofendidos, cuando alguien no cumple con nuestras expectativas, cuando nos sentimos inferiores o superiores a los demás, ante un examen o situación estresante…. De igual forma, detrás de toda rabieta de un niño o conducta agresiva, tanto verbal como física (gritos, insultos, maltrato, asesinato, auto agresión, bullying), se encuentra nuestro cerebro reptiliano-emocional.
– En cambio, ante las situaciones positivas o placenteras (comer, comprar ropa…) se dan conductas automáticas de acercamiento y de repetición. Toda conducta adictiva (adicción a drogas, alcohol, tabaco…) también viene guiada por esta zona cerebral.
375 mili segundos más tarde, la información llega desde los cerebros reptiliano-emocional a los lóbulos pre frontales de la neocorteza. Allí es evaluada y ponderada. Dando lugar a una respuesta consciente más reflexiva y más humana. Esta respuesta es capaz de vetar los impulsos del sistema instintivo emocional siempre que tenga el tiempo suficiente para evaluar toda la información (de ahí la importancia de aprender a no actuar bajo la emoción, el primer impulso).
Esta capacidad es lo que se llama inteligencia emocional. Y es, en el entrenamiento de esta habilidad, en lo que debe incidir la educación.