El Cerebro Trino de Paul MacLean
Buenos días a todos en donde se encuentren que Esten gozando de buena salud tanto física como emocionalmente. La vida es bella vamos a vivirla sintiéndola y disfrutándola, escribiré un poco sobre la teoría de los tres cerebros y empezaremos a repasar material relacionado con estas tres estructuras cerebrales que llevamos con nosotros a todas partes. Espero les guste y se introduzcan en mi mundo del cerebro triuno.
Esta teoría ha sido superada científicamente en muchos aspectos por comprensiones más detalladas de cómo operan las estructuras cerebrales. Sin embargo, sirve como un modelo para facilitar la comprensión que una descripción literal de cómo funciona el cerebro.
Esta teoría es muy ilustrativa, practica y útil para la explicación académica de las tres estructuras cerebrales mencionadas y los conceptos básicos como los que usamos en este libro de manera apropiada incluyendo las diferentes inteligencias que tenemos asociadas con cada cerebro.
Se centra en aspectos funcionales. MacLean propone que la especie humana a lo largo de la evolución ha ido modificándose en cuanto a su morfología cerebral. Pero en lugar de verlo como un proceso de cambio global y unificado, lo describe a través de un desarrollo en el cual surgieron nuevas e independientes estructuras del cerebro que operan cada una con sus propias características individuales, pero interrelacionadas entre ellas.
Recuerda que esa mente que tienes es la herencia de hace millones de años, todo lo que te ha llevado en construir lo que ahora posees para no utilizarlo efectivamente durante el juego y la vida
En los vastos e intrincados jardines de la mente, florecen los misterios de la evolución y la conciencia. Paul MacLean, con la destreza de un cirujano visionario, contempló nuestros cerebros como un trío entrelazado de estructuras, unidas en una danza antigua y armoniosa. Su teoría, aunque no del todo aceptada en los rigurosos círculos de la ciencia, ofrece una ventana lírica y accesible a la comprensión de nuestra esencia humana.
El cerebro trino, como lo describe MacLean, se compone de tres capas que se despliegan como pétalos de una flor milenaria. Primero está el \»cerebro reptiliano\», la raíz primigenia de nuestros instintos más básicos: la supervivencia, la agresión, la territorialidad. Es el guardián ancestral que vela por la continuidad de nuestra especie.
Envolviendo este núcleo, surge el \»sistema límbico\», el puerto seguro de nuestras emociones y memorias. Aquí germinan el amor, la tristeza, la euforia y la melancolía, entrelazadas en un tapiz emocional rico y complejo, que nos conecta con nuestra humanidad más íntima.
Finalmente, como la cúspide de una estructura evolutiva majestuosa, se encuentra la \»neocorteza\». Este es el terreno fértil de la razón, la creatividad y la abstracción. La neocorteza es el epicentro de la cultura y la civilización, donde florecen las ideas que dan forma a nuestro mundo. Una corteza dividida en dos hemisferios el lado izquierdo que controla el área física derecha de tu cuerpo y el izquierdo que controla el lado derecho
Aunque la teoría de MacLean no se sostiene firmemente bajo el escrutinio de la ciencia moderna, su simplicidad y elegancia la hacen un faro amigable en el vasto océano del conocimiento cerebral. Nos guía con su luz suave, permitiéndonos vislumbrar cómo estos tres cerebros danzan y concertar, en un equilibrio delicado que ha permitido nuestro florecimiento como seres pensantes y emocionales.
Así, el cerebro triuno de MacLean sigue siendo una herramienta valiosa, una llave poética que abre puertas al entendimiento de los recovecos misteriosos de nuestra psique. En sus metáforas, encontramos una manera de simplificar la complejidad, una forma de acercarnos más al enigma eterno que reside dentro de cada uno de nosotros.
Frases para hoy: Antes de la aparición del cerebro, no había ni color ni sonido en el universo, ni había sabores ni aromas y probablemente pocas sensaciones y nada de sentimientos ni emociones. Antes de los cerebros, el universo tampoco conocía el dolor ni la ansiedad. Roger Sperry