La subdivisión de la “neocorteza” en dos hemisferios ha despertado tanto interés como los estudios acerca del “cerebro triuno”. Los experimentos de Sperry, Gazzaniga y Bogen, han demostrado que en los humanos existe una hiperespecialización hemisférica.
El hemisferio izquierdo, que rige el lado derecho del cuerpo, es el asentamiento de facultades como lenguaje, el racionamiento lógico, las matemáticas; mientras que el hemisferio derecho rige el lado izquierdo del cuerpo y controla facultades referidas a la intuición, las relaciones espaciales, reconocimiento de imágenes, patrones y configuraciones.
El reto de la educación no solo es adaptar la enseñanza a la manera de aprender del niño, sino de ayudarlo y estimularlo para que utilice las facultades de ese otro hemisferio cuyo potencial él mismo desconoce. Aun cuando él continúe teniendo un estilo de aprendizaje determinado, es nuestro deber ayudarlo a tomar conciencia sobre diferentes y enriquecedoras maneras de percibir, procesar y comunicar información, para beneficio de su crecimiento armónico: manos-corazón-pensamiento. Esto podría explicarse por la vieja creencia según la cual las facultades creativas estuvieron concebidas como innatas a cada individuo, y muchas veces consideradas como dones divinos. Sin embargo los estudios mencionados sobre el funcionamiento del cerebro han permitido el rescate de las facultades del hemisferio derecho como factibles de ser estimuladas y desarrolladas.
Estos hallazgos ofrecen un nuevo paradigma que desafía a los educadores, a desarrollar el pensamiento divergente y creativo; líneas de pensamiento que, lejos de ser antagónicas, deben ser estimuladas a trabajar en armonía. Por otra parte, ambos hemisferios de la neocorteza deben armonizar con las motivaciones y funciones del sistema límbico y del sistema reptil.
Basado en las fuentes de información: Miriam Heller, El arte de enseñar con todo el Cerebro.