¡Envejecer no es ponerse viejo!

Buenos días

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Con el tiempo, voy envejeciendo, a un ritmo más acelerado de lo que imaginaba. Sin embargo, he observado que la adopción de buenos hábitos de vida contribuye significativamente a mi salud y facilita la transición a una etapa adulta con menos problemas físicos y mentales. El secreto radica en cómo vivimos nuestra \»edad de oro\», esos años que abarcan desde la infancia y la adolescencia hasta el presente. Aquellos que practicaron deportes cuentan con una mejor preparación y son más resistentes ante los desafíos de la vida. En cambio, quienes llevaron un estilo de vida más sedentario encuentran mayor dificultad para adaptarse a esta nueva realidad.

Como decían los filósofos de antaño: \»Un cuerpo sano alberga una mente sana\». Por lo tanto, es fundamental prepararnos para la vejez, y si ya estamos en ella, nunca es tarde para leer y seguir buenos consejos que nos enriquezcan.

Los hábitos que tengamos a lo largo de toda nuestra vida determinarán nuestra salud física y mental en el envejecimiento.

No a la jubilación mental

El primer paso para llegar a viejos sanos, considera el neurocientífico español Mora, es comenzar a cambiar la idea extendida acerca de lo que significa jubilarse. Llegar a los 65 años no es sinónimo de abandonarse y aparcar el cerebro. Ni mucho menos.

Una de las causas, quizás centrales, de no envejecer con éxito y no hacerlo con salud y salud mental, en particular, está en el sello social y personal al que se aboca con la jubilación (…) Para mucha gente, ya está todo casi hecho, aprendido y casi memorizado. Y se instaura un sentimiento de pasividad y de dejarse rodar por la pendiente”,

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Tenemos un cerebro sumamente plástico, moldeable, capaz de adaptarse a las situaciones que van aconteciendo; también en la edad madura. Esa es una de las singularidades propias y únicas del ser humano, que hace posible que podamos aprender hasta el último día de nuestra vida. Y este genial descubrimiento es bastante reciente.

Hasta hace relativamente poco, la neurociencia pensaba que, llegada cierta edad, las neuronas comenzaban a morir, irremediablemente, y que se comenzaban a perder las capacidades cognitivas sin que se pudiera hacer nada para evitarlo.

Por suerte, y gracias a las técnicas de neuroimagen cerebral, hoy se sabe que eso no es así. Que las neuronas no tienen por qué morir irremediablemente, que en algunas partes del cerebro, como por ejemplo el hipocampo, nacen nuevas células nerviosas, y que son más importantes las conexiones entre ellas que la cantidad de neuronas que haya. Además, son las células más duras y resistentes de todo el organismo. El cerebro del ser humano contiene más de 100.000 millones de células nerviosas que forman un complejísimo ensamblaje de circuitos que se activan y desactivan, codificándose según las diferentes funciones que cumplir, ya sean sensoriales, motoras o mentales.

El proceso de envejecimiento del cerebro comienza, como el de todo el organismo, a partir de los treinta años, que es la edad que la naturaleza considera que el individuo está maduro (que no es otra que la edad de reproducción). Hasta ese momento, el cuerpo ha ido creciendo, formándose, reparándose gracias a un programa inscrito en los genes desde el momento mismo de la concepción. Cuando ese programa se acaba, más o menos alrededor de la tercera década de vida, el organismo comienza a no producir la energía necesaria para mantener y reparar los desgastes y daños que se producen como resultado de la interacción con el medio ambiente. Y… pueden llegar las enfermedades.

En el caso del cerebro, envejecer afecta a la estructura de las neuronas y, en concreto, a las conexiones físicas que establecen unas con otras, por las que se intercambian la información. No envejece todo a la vez, sino que lo hace por áreas, en función del uso que le demos. Por esa misma razón, cada persona tiene un proceso de envejecimiento distinto, puesto que en gran medida depende de su profesión. No es lo mismo un individuo con un trabajo eminentemente intelectual que otro con uno más mecánico. Pero, aunque el cerebro de un viejo es más rígido que el de un niño, conserva la plasticidad, y con ello la capacidad de mejorar y de aprender. Es capaz de progresos y logros increíbles cuando el aprendizaje va asociado a las emociones.

Reservas cognitivas Para llegar en un estado de forma sano, debemos prepararnos para generar reservas cognitivas, una especie de baterías extra que entran en funcionamiento cuando el cerebro las necesita. Es como si fuera un banco, en el que va depositando todos los beneficios que le reporta el deporte, una alimentación adecuada, el ejercicio intelectual, el descanso. Y al parecer, esas reservas funcionan ya sea para hacer frente a un problema, como una lesión o una enfermedad, o simplemente para paliar el deterioro que supone envejecer.

Evitar la rutina

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Caer en la rutina puede reducir la agilidad de tu mente. Si todos tus días son iguales, tu mente se acostumbra a ciertos patrones y al hacer todo automáticamente, se adormece. Prueba nuevas actividades que sean algún tipo de desafío y que introduzcan variedad en tu vida cotidiana. Así podrás despertar tu mente y evitar hacer tareas de forma automática. Experiencias desconocidas serán el mejor ejercicio cerebral. Debes mantener tu cerebro constantemente activo para disfrutar de mejor memoria y concentración.

No fumar

El tabaco puede producir pequeños infartos cerebrales y un declinar acelerado de las funciones mentales. En investigaciones llevadas a cabo con personas mayores de 65 años, se constató que aquellos que fumaban durante al menos tres años presentaban un deterioro de sus capacidades mentales cinco veces más rápido que los no fumadores. La nicotina produce una poderosa acción vasoconstrictora, una caída en la capacidad de memoria, atrofia celular y muerte de neuronas.

Dormir bien

Dormir es esencial para fijar recuerdos y memorias, consolidar aprendizajes y también para neutralizar los radicales libres que deterioran la maquinaria bioquímica productora de la energía que necesitamos para reparar los tejidos y las células. De ahí que sea esencial descansar bien, cada noche, durante al menos siete u ocho horas.

Evitar el apagón emocional

Es esencial mantenernos motivados, sentir, interactuar con los demás y con el medio. Las emociones son el motor que nos hace querer seguir estando vivo. Cuando perdemos la ilusión y las ganas de vivir, el cerebro lo detecta y se apaga. Nos lleva hacia la muerte, irremediablemente.

Dar sentido a la vida

Hacernos mayores no debe por qué implicar convertirnos en una carga para los demás. Ser conscientes de ello hace que nos preparemos para envejecer bien, siguiendo unos hábitos de vida saludables, como los enumerados en este reportaje. Además, hacer tareas que nos hagan sentir útiles logra dar un sentido continuado a la vida. El envejecimiento es una etapa de agradecimiento, de crear lazos nuevos y tomar consciencia.

La felicidad de las pequeñas cosas

“Ser viejo, sano y de mente clara, es un privilegio”, afirma Francisco Mora en su libro. Es el momento de abandonar necesidades vanas que nos enfrascan en luchas sin éxito y buscar la felicidad en las pequeñas cosas, en una sonrisa, en un abrazo, en disfrutar de un buen atardecer.

Pensemos en que envejecer acompañados de una soledad no deseada, tuviera que ver con las fuerzas centrífugas que la sociedad ejerce sobre las personas mayores, expulsándolas cada vez más lejos.

Esto nos llevaría a creer que envejecer, y además solos, con la escasez de movimiento que se genera, supone llegar a una etapa de la vida cuasi insulsa, contrariada. Sería algo alejado de cualquier paradigma de dignidad y de la belleza que supone vivir más años en un envejecer individual, consentido y deliberado por la propia persona, desde su propia libertad de elección. ¿Es eso correcto?

Frases para hoy:

Envejecer no significa perder, sino ganar experiencia y sabiduría,

Cada arruga cuenta una historia; envejecer feliz es abrazar cada capítulo de nuestra vida

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