El amor, contrario a lo que muchos piensan, no es un proceso fisiológico que se inicia en el corazón, es mas bien un proceso que se crea y, algunas veces, se borra en el cerebro.

Sentirse enamorado no tiene comparasion. El hecho de volver a ver, hablar y besar a la persona amada. Ese conjunto de sentimientos que nos hace sentir mariposas en el abdomen, taquicardia y las manos sudorosas, acompañado de sonrisas nerviosas es la respuesta neuroquímica de la felicidad asociada a emociones positivas que el cerebro limbico provoca. Pero a veces la misma persona que nos enamora se convierte en el peor juez de nuestras decisiones, en victimario, verdugo y destructor de nuestros sueños o, peor aún, en pareja que por años destruye nuestra autoestima.

La mayoría de las relaciones de amor se inician en los dos cerebro mas primitivos, el reptil y el limbico como una historia de las tele novelas, conocerse, gustarse y emocionarse. Todo parece apuntar a que la persona de quien nos enamoramos es la indicada para amar, la persona para acompañarnos toda la vida.

Cada beso y caricia suele indicar que estamos ante la persona perfecta. En ese momento, el cerebro libera y actúan en él un conjunto de sustancias que nos emocionan, apasionan y nos hacen adictos: endorfinas,  adrenalina, dopamina y oxitocina. Pero esto también, duerme al cerebro racional neocortex, quitandonos  la objetividad, transformando la realidad y haciéndonos ver sólo lo que queremos ver.

En poco tiempo –pueden ser semanas o meses, pero en promedio menos de dos años– aflora la personalidad real de los enamorados: los compulsivos, las abandonadoras, los violentos, las manipuladoras, los infieles, las celosas, los mentirosos-compulsivos, las inmaduras, los violentos pasivos, los adictos a relaciones difíciles. Una lista interminable que a veces pasa de la anécdota a la risa, a la reflexión, a las lágrimas.

Así que cuando te sientas que estas enamorado, deja que tu neocortexa este despierta porque de seguro a tu reptil y limbico no les dará sueño