Sin duda, conocer el funcionamiento de nuestro cerebro triuno puede ayudarnos a entender muchas cosas, entre ellas nuestra forma de comportarnos o relacionarnos, así como nuestras actitudes y nuestras respuestas.
Podemos entender entonces por ejemplo, que cuando algo nos amenaza (tanto sea real como imaginario) la amígdala, que forma parte de nuestro sistema límbico, activará una ruta neuronal de alerta, desactivando momentáneamente nuestra parte más racional y consciente, nuestro Neocortex, asumiendo el sistema límbico y reptil el control. En esos momentos la prioridad es la supervivencia relacionada con nuestra parte más primitiva, por lo que es menos necesario que nos paremos a pensar y reflexionar en situaciones de mucho estrés o miedo.
Y es que, si nuestra amenaza es un coche a alta velocidad, está muy bien no pararse a reflexionar y actuar por puro instinto apartándonos rápidamente del peligro (Huida), Sin embargo, cuando esa amenaza es más compleja como una persona que nos mira mal, entonces también saltarán nuestras alarmas, pero esta vez puede que nuestra respuesta sea estar a la defensiva (Lucha).
Por ello la importancia de gestionar nuestras emociones correctamente, porque muchas veces nuestro cerebro interpreta situaciones cotidianas como amenazantes impidiéndonos reaccionar racionalmente, haciendo que nos bloqueemos o por el contrario huyamos.
Necesitamos que nuestro Neocortex asuma el control sobre nosotros ayudándonos a sopesar si esa persona realmente tiene malas intenciones y que es lo más sensato y adecuado para nosotros. Ayudar a que nuestro Neocortex retome el poder sobre mis propias circunstancias, me ayudará a relajarme, tranquilizarme y poder decir o hacer cosas que me beneficien, y en definitiva, demostrar todo aquello de lo que soy capaz.