Es probable que, en más de una ocasión, hayas olido un perfume que te recordase a una persona cercana. O que algún alimento te haya sugerido un sabor familiar, y te haya hecho entrar en un estado de melancolía.
A lo largo de la evolución nuestro cerebro se ha configurado en tres partes, un cerebro reptiliano que controla, básicamente, las funciones vitales; un sistema límbico que juega una labor destacada en las conductas y emociones; y una corteza cerebral, que se encarga de las funciones cerebrales «superiores».No deja de ser curioso que la información relacionada con el tacto, la audición y la visión llegue a los hemisferios cerebrales (corteza cerebral) mientras que la información del sentido del gusto y del olfato lleguen a diferentes regiones del cerebro, siendo la más importante el sistema límbico.
Estímulos voluntarios e involuntarios
El doctor Frank asegura que los recuerdos del ser humano se pueden remontar en el pasado hasta la edad de los 3 o 4 años.Y que aquellas cosas que rememoramos voluntariamente funcionan a partir del mismo proceso que aquellas que rescatamos de manera involuntaria, como lo es el llamado \»recuerdo proustiano\».\»La única diferencia es que creamos la \»señal\» nosotros mismos al pensar en ello o al imaginarlo. Una vez que el patrón de actividad cerebral correspondiente a esa señal esté presente, ocurriría el mismo tipo de proceso, sin importar si la \»señal\» proviene de afuera o de adentro\», explica.
Que interesante es que un simple aroma o un sabor es capaz de desencadenar una catarata de sensaciones.