La Razón de Vivir
Como les menciones en el pasado post, La esperanza es una de las palabras que no me gustan mucho y que utilizamos muy a menudo. Me quedo siempre con el deseo y aquí encontrarán algunas de las razones.
Me gustaría leer sus opiniones al respecto porque nunca tenemos la verdad absoluta y soy de os que cree que el punto en donde convergen estas dos palabras es el inicio de un gran viaje
En la vasta exploración de nuestra existencia, la búsqueda de la razón de vivir se convierte en un camino que cada individuo debe recorrer, a menudo solo. Sin embargo, en este sendero, encontramos un obstáculo recurrente: la esperanza. Esta palabra, comúnmente venerada como un faro en tiempos de dificultad, puede revelarse como una trampa insidiosa que nos sumerge en un laberinto sin salida.
Volvamos nuestra atención hacia el significado de la esperanza. En su esencia, se presenta como el deseo de que algo suceda; es la esperanza de que lo que anhelamos se materialice en un futuro incierto. Este deseo puede parecer noble, pero al examinarlo más de cerca, encontramos tres características fundamentales que arrojan luz sobre su naturaleza problemática.
Primera característica: desear sin tener.
La esperanza nos posiciona en un estado constante de carencia. Cuando anhelamos algo que no tenemos, vivimos en un perpetuo estado de insatisfacción. Este deseo se convierte en un lastre que nos impide disfrutar del presente, pues nuestra atención se dispersa hacia futuros inciertos. Así, la esperanza se transforma en una especie de anhelo sin fin, una búsqueda que nunca satisface el alma.
Segunda característica: la incertidumbre.
Si estamos llenos de esperanza, es porque no tenemos la seguridad de que nuestros deseos se hagan realidad. Es esta falta de certeza lo que nos lleva a vivir en un limbo emocional, atados a la expectativa de lo que podría ser, en lugar de lo que es. La vida se convierte en una serie de \»sí\» y \»quizás\», sembrando en nosotros la inquietud y el miedo a la decepción.
Tercera característica: la dependencia.
La esperanza es un fenómeno que, a menudo, no depende de nuestra acción ni de nuestro esfuerzo. Nos convierte en espectadores pasivos de nuestra propia vida, esperando que el destino o las circunstancias resuelvan nuestros anhelos. Este sentimiento de impotencia nos priva del poder de actuar, y al hacerlo, deteriora nuestra capacidad de ser verdaderamente felices.
Entonces, me pregunto: ¿quién puede hallar la verdadera felicidad en un estado tan frágil como el de la esperanza?
La respuesta es clara: nadie. En este hilo invisible que teje nuestras expectativas, encontramos una conexión con el deseo, que se presenta como el enemigo de la esperanza. Mientras que la esperanza nos mantiene en la carrera de lo que podría ser, el deseo nos impulsa hacia la acción, a convertir nuestros anhelos en realidad.
Una poesía a la Esperanza
La luz de la esperanza
En la sombra densa donde el miedo acecha,
una luz titila, suave y risueña,
es la esperanza, faro en la tormenta,
un susurro cálido que el alma alimenta.
Brilla en el pecho de quienes han sufrido,
en los corazones que el dolor ha herido.
Como flores que asoman tras el invierno,
la esperanza renace, un sueño eterno.
Cuando el camino se torna incierto,
y las dudas germinan en el alma,
la esperanza se alza, firme y despierta,
como un ave que vuela, su canto es la calma.
Es el fuego sagrado que nunca se apaga,
un eco constante que el tiempo embriaga.
Nos recuerda que, aunque la noche parezca,
el amanecer llega, su luz nos revela.
En cada batalla, en cada caída,
la esperanza se asienta, nos brinda la vida.
Fortaleza pura que en el instante florece,
el corazón late y el dolor se desvanece.
Así, caminemos con el alma en alto,
por senderos inciertos, ante el gran asalto.
Que la esperanza sea nuestro abrigo,
nuestro guía sereno, eterno amigo.
En cada latido, en cada respiro,
hallaremos en ella nuestro destino.
Porque la esperanza, radiante y sincera,
es la razón de vivir, nuestra luz verdadera.