Buenos días. Al revisar algunos contenidos de hace tiempo, me encontré con dos palabras que son sumamente significativas en nuestro vocabulario. Dos palabras que Venezuela necesita con urgencia en estos días. Ustedes se preguntarán cuál de las dos elegiría yo.
Para ser justo, debo seleccionar ambas, ya que cada una tiene su propio propósito y valor. Sin embargo, elijo las dos porque considero que la intersección entre ellas representa el punto óptimo de la vida, del ser y del éxito. Alcanzar nuestros anhelos con fe y esperanza en nuestros objetivos es lo máximo que podemos lograr.
Si debo escoger solo una, por su inmediatez, practicidad y significado, elijo el deseo. A diferencia de la esperanza, que a veces puede hacer que esperemos, el deseo es una fuerza interna que nos mueve, nos impulsa y nos lleva a la acción. La realización de un objetivo o un sueño depende de nuestra disposición a actuar. Las cosas no suceden por sí solas; muchas veces, es necesario tomar las acciones requeridas para que se materialicen. Debemos hacer que nuestros deseos se conviertan en realidad. El deseo está en nuestras manos, mientras que la esperanza no siempre está bajo nuestro control.
Para concluir, les dejo una nota poética sobre el deseo: ese espíritu en forma de palabra que se introduce en nuestro torrente sanguíneo y genera la química necesaria para impulsarnos hacia nuestros objetivos. En otro momento, compartiré mis pensamientos sobre la esperanza.
El fuego del deseo
En lo profundo del alma, un ardor se despierta,
el deseo se agita, chispa siempre alerta.
Es un canto de vida que invita a soñar,
un impulso voraz que nos hace volar.
Es el eco del anhelo que corre en la brisa,
una llama encendida que jamás se realiza.
Desde el punto más alto, hasta el más profundo,
el deseo nos mueve, nos transforma el mundo.
Como río indomable que busca el mar,
nos arrastra sin miedo, nos llama a luchar.
Allí donde el destino parece incierto,
el deseo nos abraza, un refugio cubierto.
Es la búsqueda eterna de un sueño perdido,
un faro en la noche, un espíritu atrevido.
En la pasión que nace y en la meta alcanzada,
resplandece el deseo, la fuerza deseada.
A veces es calma, susurro sutil,
otras un torrente, volcán en el perfil.
Es el fuego sagrado que enciende la piel,
un bálsamo dulce que ahuyenta el sangrar.
Cuando se siente fuerte, el universo se expande,
las estrellas susurran, la vida sé grande.
Es el deseo quien arrastra nuestros pasos,
quien dibuja en el cielo nuestros más grandes lazos.
Así, celebremos este impulso sin fin,
que nos mueve a crear, a soñar un jardín.
El deseo es la esencia, el pulso valiente,
una danza infinita, un amor presente.
Con cada latido, con cada suspiro,
que el deseo nos guíe, siempre sincero.
Porque en su fuego ardiente, la vida se da,
y en el ardor del deseo, la libertad brillará.
Ese es mi deseo, deseando que el deseo en todos los paisanos se multiplique para sacar del país a todos aquellos que han arruinado a la patria grande de Bolívar.
Deseen ustedes que el deseo nunca los deje solos. Cuando el deseo se manifiesta ese cerebro límbico en acción, llega la motivación, llegan los químicos buenos con esas altas vibraciones, y solo hay que hacer un plan raciona del objetivo que queremos y manos a la obra. Sin deseo, no hay resultados, no hay progreso, hay soledad, y nostalgia y depresión
Te deseo un feliz día