¿A quién creer: a la emoción o a la razón?

Quiero brevemente tocar este tema, ya que tendemos a pensar que somos seres racionales por tener una neo corteza con alta inteligencia y con funciones ejecutivas altamente desarrolladas. Sin embargo, entre un 70 y 90% de las decisiones que tomamos son emocionales.

Recuerden que el cerebro límbico es el responsable de las emociones y como vimos en el post anterior es mucho más antiguo que la neo corteza o el cerebro de la razón. Quizás por esta verdad tendemos a confiar más en nuestras emociones que en la razón misma

En el vasto escenario de la mente humana, dos protagonistas se encuentran en un constante vaivén: la emoción y la razón. Al escuchar la palabra «emoción», quizá surja en nosotros una imagen vibrante, llena de colores intensos y sonidos ensordecedores, mientras que la «razón» evoca una escena más serena, ordenada y lógica. Sin embargo, a pesar de sus contrastes, ambos desempeñan papeles fundamentales en nuestra vida cotidiana.

Desde tiempos inmemoriales, la emoción ha sido nuestra primera compañera. En la prehistoria, cuando los humanos eran cazadores-recolectores, el miedo y la alegría eran vitales para la supervivencia. Un grito de alarma podía advertir de un depredador acechante, y una sonrisa entre compañeros podía fortalecer vínculos y fomentar la cooperación. Estas reacciones inmediatas e instintivas, en gran parte biológicas, nos hicieron reaccionar rápidamente a nuestro entorno, siendo la emoción una herramienta crucial para la supervivencia.

Mientras tanto, la razón, que emergió como un desarrollo evolutivo más reciente, representaba un avance poderoso: la capacidad de pensar, analizar y planificar. Sin embargo, a pesar de su utilidad, la razón requiere tiempo y un proceso deliberativo que puede resultar ineficaz en situaciones críticas donde se necesita una respuesta rápida. Por eso, la emoción, que aparece como un instinto primario, gana muchas veces la batalla en nuestra toma de decisiones.

Este fenómeno se refleja en nuestra vida diaria. Cuando enfrentamos situaciones de estrés, es común que las emociones nublen nuestro juicio. En momentos de enojo, podemos decir o hacer cosas que luego lamentamos; en momentos de felicidad, tendemos a ser más arriesgados. Esta tendencia a dejarse llevar por la emoción puede rastrearse hasta nuestras raíces evolutivas, donde la rapidez de reacción era más esencial que el análisis riguroso.

Sin embargo, este dualismo no es un antagonismo, sino una danza. La emoción y la razón interactúan para moldear nuestras decisiones. Cuando sentimos pasión por una idea, esto puede impulsarnos a pensar de manera más crítica y creativa, combinando la energía emocional con un análisis lógico. Del mismo modo, una evaluación racional puede moderar respuestas emocionales extremas, llevando a un estado de equilibrio.

En conclusión, aunque la emoción y la razón pueden parecer discordantes, su interrelación es vital. La emoción, nuestra primera compañera instintiva, nos ofrece respuestas rápidas y necesarias, mientras que la razón nos proporciona una brújula para navegar por el complejo mundo en el que vivimos. Abrazar ambas dimensiones no solo nos enriquece como seres humanos, sino que nos permite tomar decisiones más informadas y significativas. En esta danza, entre emoción y razón, encontramos el pulso de nuestra humanidad.

La frase de hoy:

«Nosotros somos seres emocionales que razonamos» Humberto Marturana

«Las emociones son el motor de nuestras decisiones, mientras que a razón es el mapa que nos guía en el camino»

«Las emociones dan color a nuestras experiencias, y la razón nos ofrece la claridad para entenderlas»

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